según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.

21.7.06

MONTEFRÍO/ corpus06

MONTEFRÍO (Cold Mountain) tiene esas dos iglesias sucesivas: La de Santa María de la Villa y la de la Encarnación. La de Santa María fue la primera en dedicarse a la adoración de la Encarnación (que fue la de todas las de fundación durante la reconquista -de esta zona, claro-, por devoción a la Reina Católica y por simbolismo de la advocación). Tras su abandono a finales del XVIII, Carlos III manda erigir la de abajo, la urbana, que hereda nombre. Son dos momentos, dos realidades.
Santa María de la Villa es una iglesia pujante, erigida con una vehemencia inusitada en una ubicación imposible, para manifestar al mundo la encarnación de la nueva fe en el territorio; es una iglesia, un símbolo territorial. Se levanta en consecuencia sobre un risco con un ejercicio estructural de enorme audacia, ideado por Diego de Silóe. La Corona busca al arquitecto que encarna la nueva idea del mundo, el nuevo paradigma de la era Moderna (sensu stricto) que representan como pocos los Reyes Católicos.
(En este sentido, se ha dicho poco, la cristiandad triunfa inevitablemente en España sobre el Islam que en ese momento representa al mundo medieval. Es el signo de los tiempos)
El resultado es de una potencia demoledora, el desafío deja atónito; no hay explicación respecto al solar, porque la meseta puede acoger holgadamente la planta. Si hay alguna duda, la torre, el elemento mas problemático, se ubica sobre el vacío, obligando a fabricar un risco de piedra que la sostenga. La voluntad de proyección territorial no deja lugar a dudas. Por lo demás la obra de la iglesia es sencilla pero llena de equilibrio y de signos de la nueva arquitectura.

La iglesia de abajo, la nueva Encarnación, es el signo del nuevo tiempo. La religión asentada y como fenómeno social, la paz interior, las ciudades abiertas… la iglesia junto a la vida y el poder civil. Además subir a la peña exige una tensión en la fe que ya debía escasear (del esfuerzo físico soy testigo) y es más utilitaria la accesibilidad.
La arquitectura también intenta responder al nuevo paradigma ilustrado. Es casi de una inocencia conmovedora la aplicación de la teoría: el Panteón, el templo central a la razón… un coñazo.
Es increíble la diferencia entre un buen y un mal arquitecto. Seguramente en este caso el pecado es intentar la aplicación directa de la ideología, de la teoría. Cuando el arte se idea como trasunto de una ideología el resultado es un desastre. No hay nada que hacer. Pasa en la arquitectura como con la pintura, la literatura, la música…..
Se puede objetar que es el mismo caso que la primera iglesia. ¿Cual es la diferencia? La primera y más evidente es la diferencia entre sus autores; pero hay otra más sutil que no sé si voy a acertar a precisar: la primitiva iglesia no es un manifiesto, sino que tiene una misión. Y ahí está la cosa. Una idea aplicada a una situación puede demandar una necesidad, un instrumento que cumpla una función al servicio de esa idea. Y este es el caso de Santa María de la Villa. Por el contrario, una encomienda cualquiera, con funciones ordinarias que cumplir, puede encontrar un artífice ideólogo que decide aprovechar la oportunidad para prorrumpir en un manifiesto que nadie le ha demandado. Este es el caso de la olla express que invade de pronto el centro de Montefrío.
Porque si miramos iglesias enrocadas, no muy lejos tenemos la Abadía de Alcalá la Real, en su fortaleza de la Mota. Iglesia barroca de finales del S. XVII, nada tiene que ver en su sereno dominio de la meseta con su dramática vecina de Montefrío. Aquí todo es orden, buena colocación y relaciones cordiales con el poder militar. De traza magnífica y buena ejecución, cumple así mismo un papel territorial. La tensión ha desaparecido, el ademán es innecesario y, sin ser torpe como el caso ilustrado anterior, marca seguramente la transición entre las dos sociedades.

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