Alguien dijo de Suiza algo como que era el país cuyo máximo nivel de imaginación y diversión consistía en hacer relojes de cuco. Pues Canadá no hace relojes de cuco.
Si a alguien le encanta la naturaleza virgen ("salvaje" sería aquí un epíteto) de las regiones frías y boreales, Canadá es su país... bueno, y el sirope de arce. Si no es el caso, puede perfectamente prescindir de la adusta hospitalidad de Air Canada.
Pero esa falta de interés en las virtudes del país al que he llegado puede ser fuente de iluminaciones. Para empezar, uno se da cuenta de que puede pensar y aprender de todo y en todo lugar, no importa lo anodino que sea el objeto de la observación. Suelo suponer que cuanto más diferente sea un entorno a nuestro horizonte habitual, mayores oportunidades de contraste deparará y, en consecuencia, mayor aparataje ofrecerá a la reflexión. No voy a desmontar este prejuicio que algo de cierto tiene, aunque sea en lo cuantitativo. Pero lo cierto es que no hay estímulo que resulte insuficiente para la una neurona curiosa. Para continuar, cualquier juicio que surja de un conocimiento tan superficial y fresco como el mío no pasa de ser un apriorismo que se quiere justificar con el primer contraste. Pero con algo tenemos que comenzar a hacer funcionar el teclado.
Canadá empieza a provocar reflexiones con las cifras. El segundo país más grande del mundo en superficie, que llega desde la latitud de Madrid a sólo 700 km del Polo Norte y abarca cinco usos horarios, tiene sólo 33 millones de habitantes, que se reparten una cuarta parte del agua dulce del mundo (este dato vertiginoso merecerá una reflexión). Su superficie, de unos 10 millones de km2 (20 Españas), está dividida en 10 provincias, que hasta hace poco eran 6, y 3 territorios; alguna de ellas, como Quebec, triplican la superficie española, un tercio de cuya extensión (o sea, una España), que se conoce como región de Nunavuk, alberga 14 poblaciones y algo más de 30.000 habitantes, que protestan porque tienen que ir a su casa en avión, visto que hasta el momento ningún gobierno ha considerado razonable hacer y mantener una carretera en el ártico para ellos.
Este país, en el que todo es descomunal, provoca una sensación de insignificancia del ser humano y desvalimiento, al tiempo que, contradictoriamente, alimenta el asombro ante la capacidad de superación de los hombres. Los turistas que apenas nos asomamos a esta tierra, fatigamos para recorrer distancias minúsculas en la escala local, y eso gracias a los medios de transporte contemporáneos. Sus descubridores, conquistadores, colonos, la construyeron a lomos de caballo. Nunca me ha asombrado el hecho material de que en épocas pasadas, con medios infinitamente menores, se conquistasen estos territorios ni se concluyesen estas aventuras. Era cuestión de tiempo, de una escala distinta del tiempo y la vida que resultaba en un proyecto vital que se justificaba con la empresa. Empresa que además se hacía común para una civilización y hacía que varias generaciones se empeñasen en ella, lo que multiplicaba el tiempo y los medios. Este enfoque explica (y no otro) la expansión europea por América. No, la consecución de este logro ingente, digo, nunca me ha causado asombro. Me sobrecoge sin embargo pensar en la sensación, el escalofrío interior de cada uno de los hombres, en especial de los más lúcidos, que con aquellos medios y la más perfecta ignorancia sobre todo lo que se les abría delante, dejaban su mundo atrás y penetraban en una tierra ignota y con frecuencia hostil. Y después, esa misma sensación en aquellos que les sucedieron y que, teniendo ya información sobre la magnitud de la empresa, se empeñaban en perpetuarla, en cruzar el continente, en abrir y mantener caminos, en fundar ciudades aisladas en lugares imposibles a los que una simple carta podía tardar un año en llegar, en el poco probable caso de que llegase.
La conciencia de una situación equivalente, provocaría en la media de nosotros un pánico incontrolado, histerismo, quejas a la autoridad, reclamación de nuestro derecho al bienestar y a que alguien (nadie) haga nuestro trabajo duro. Es sencillamente incomprensible para nuestra mente media, como lo es la cuadratura del círculo, la presencia de ánimo necesaria para afrontar un reto de ese calibre con estoicismo, quizá con naturalidad. Y no es que falten en nuestra sociedad ánimos valerosos, individuos dispuestos a afrontar una muerte probable, un reto desconocido. Aventureros, militares, astronautas, deportistas de riesgo lo hacen en determinadas situaciones y mayor o menor medida. Pero hay, decididamente, algo más. Algo que tiene que ver con la sensación de desamparo, de que nada te vincula al mundo conocido, de que nadie vendrá en tu auxilio durante muchísimo tiempo o jamás. Y de que no hay vuelta atrás. Esa idea, representada arquetípicamente por Cortés en la quema de sus naves (una de las mayores performances poéticas de todos los tiempos, por mucho que los espíritus mezquinos busquen explicaciones funcionalistas al hecho) es la que de verdad provoca vértigo en nuestras almas contemporáneas sobreprotegidas, amparadas hasta el último estornudo. Ese viento frío en la cara, del que nunca nadie te protegerá, es el que para mí dibuja el temple de aquéllos espíritus, el que alimenta mi inconsolable asombro.
según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.
21.7.08
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5 comentarios:
Bueno, entonces una cabaña junto al lago.... para ser Robinson unas semanas. No está mal.
beni, te superas. Pero me voy a permitir introducir una variable: estos tipos estaban "chalaos". Ando con el Walden de Thoreau....y definitivamente, América debe tener un magnetismo especial que atrae a un determinado "carácter" de personajes. Cuando vuelvas hilaremos más fino.
Se acepta chalao como diagnóstico apropiado a aquella fauna. Aunque en la chalaura también hay clases...
El Walden de Thoreau, que revelador. Osease, que don Beni huyó a los bosques canadienses a la usanza Thoreau, a afrontar en comunión con la naturaleza los hechos esenciales de la vida.
No creo que llegue a la mística del bosque, pero espera sucesivas entradas y ya me dirás...
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