según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.
12.12.09
Un psiquiatra dice...
18.11.09
¿quién es Cassandra Wilson?

17 de noviembre 2009,20,30 horas
Ciclo 'Grandes Intérpretes'
29.9.09
PRÓLOGO
PRÓLOGO
©2009 José María Cabeza Lainez
El escrito que, contra pronóstico, ha caído en sus manos marcará el fin de un milenio para el pensamiento arquitectónico, si es que éste aún existe.
La industria turística como es bien sabido es ya la más importante del mundo, y seguirá siendo así hasta que las arenas del tiempo se agoten y el sol cese de brillar. Un instante no tan lejano como usted piensa.
Sin embargo, poco o nada se habrá hecho por trasladar la cuestión a un terreno científico.
Las Facultades que se crearon ex profeso en los últimos años se han centrado casi exclusivamente en la atención al visitante o turista, y en el modo altamente comunicativo e inter-subjetivo de satisfacer sus deseos más superficiales e inmediatos.
Sin embargo se le atribuye a Paul Bowles, en su obra The Sheltering Sky de 1949, la siguiente e importante distinción:
Mientras que el turista por lo general se apresura a Volver a casa tras unos pocos días o semanas, el viajero no pertenece ni a éste lugar, ni al próximo ni tampoco al anterior, se mueve con parsimonia durante años, yendo de una parte del mundo a otra, sin saber si algún día Volverá ni adónde.[1]
Traducido este fragmento a términos de Ecología, el turista vendría a significar un depredador. En cambio el viajero, fundiéndose con la Naturaleza, se ocuparía de regenerar su hábitat temporal, tanto física como culturalmente, igual que hacían los antiguos monjes giróvagos de Asia. La Vida es la Vía, se dice en el Dao que luego se tornó Zen y llegó caminando hasta Machado.
Nuestra exangüe disciplina Arquitectónica ha sido, como en el Burlador de Sevilla, una suerte de convidado de piedra que, al no intervenir apenas en el proceso turístico, se limitaba a recoger algún eco de vagas ensoñaciones folklóricas, no necesariamente españolas sino también africanas, centroeuropeas, polinesias, filipinas o caribeñas, semblanzas de etnicidad y paraísos artificiales con alcohol y viandas a bajo precio en cuanto a lo confesable.
Hasta que apareció uno de los pocos arquitectos interesantes que quedan en España, el pionero de la arquitectura bioclimática Benito Sánchez-Montañés, para poner voz, en este campo, a aquello de lo que la Arquitectura de hoy no habla: el Medio Ambiente; tan precario y exiguo que uno está tentado de sustituir la palabra “medio” por “miedo”, y proferir así el “miedo ambiente”, que sería una especie de versión cósmica del deportivo “miedo escénico”.
Sánchez-Montañés hace frente a esta trivial panoplia de historicismo moderno y artisticidad secularizada, mediante el carácter igualitario y la objetividad de la Ciencia.
Diseño Científico
En efecto, el premio Nobel neozelandés Rutherford, dejo dicho que la Física que no se le puede explicar al camarero de un bar, no es buena Física.
Ninguna otra actividad o faceta humana parece secundar o, al menos, apreciar tal axioma y por supuesto la Arquitectura no es ninguna excepción.
Con ese punto de partida, las ansías de objetividad nunca se agotarán en la Ciencia; a su vez en la actividad arquitectónica, sostiene Sánchez-Montañés, debería iniciarse esa difícil senda. Por ello, en la presente obra, el umbral de la objetividad es hollado cabe dos columnas: Monitorización o conocimiento instantáneo de la realidad espacial a través de sus sensaciones, y Simulación o sondeo del comportamiento futuro de los fenómenos de la arquitectura.
La opción que este texto nos presenta supone introducir la ciencia en los procesos de concepción arquitectónica, es decir una nueva alianza entre filosofía y ciencia.
A su vez la operación se ejecuta con un doble objetivo: re-culturar la Naturaleza y re-naturalizar la Cultura.
Esto conduce a un sistema de Composición que hemos dado en llamar Diseño Científico. Nunca anteriormente se había abordado ese proceso conscientemente en la arquitectura. Si hubo algún tímido intento fue inmediatamente condenado al ostracismo o a la marginalidad (por ejemplo en los casos de Yona Friedman y Christopher Alexander), como conoce por propia experiencia el autor.
Su aplicación consciente permitirá generar una nueva poética que acepte y asuma requerimientos desde todos los campos de la actividad, de la comprensión y de la sensibilidad humana, sin exclusión posible.
Esta poética debe entenderse como un potencial que aspira a satisfacer las más amplias expectativas de todos los seres humanos y, al mismo tiempo, producir el más alto nivel de emoción estética entre las personas.
Las estrategias que aquí se desarrollan, han dejado de ser “proyectivas” para convertirse en “trayectivas”, el diseñador y el usuario, como sugería Bowles, no serán ajenos al medio o al proceso productivo, sino que se complementarán con éste en una relación emotiva y simbiótica.
Debemos recordar al efecto, que el conocimiento fue y es sobre todo aisthesis, es decir sensación, y los estímulos sensoriales que conducen a la creación de un conocimiento son los mismos que favorecen su transmisión.
Ante éste y otros aires de objetividad, ambientalistas conversos proclaman a los cuatro vientos: “la sostenibilidad no es sólo cuestión de ciencia ni menos aún de energía, consiste sobre todo en la concienciación ciudadana” (que en este contexto lamentablemente, debe leerse como “manipulación”); con ello, simplifican tanto los hechos que todos quedan contentos y pueden volver a sestear, sobre todo los muy perspicaces políticos, aunque el problema, claro está, sigue sin resolverse.
Lo cuentan como si la cuestión científica y energética estuviera ya resuelta hace largos años o fuera alguna divina ocurrencia. Lo dicen también como si quisieran olvidar que cada vez que la ciencia o la tecnología, producen un avance el mundo cambia permanentemente para mejor y ya nadie se acuerda de cantinelas como el éter, el flogisto o la clorosis.
Por el contrario, las teorías expuestas en la siguiente obra, podrán estar equivocadas, pero al menos se han llegado a formular y a probar. El problema, es que no hay otra teoría alternativa para contestar o negar éstas.
Los ambientalistas de moda, que pueden perfectamente presidir alguna ONG mundial con sede en New York o Paris y ser (per)seguidos por miles de personas, no construyen teorías sino propaganda y no pueden demostrar ni experimentar absolutamente nada con su sarta de vaguedades, incertidumbres y medias verdades, tal vez leídas en alguna parte y justificables, pero nunca medidas por ellos mismos ni sus colaboradores.
Por eso les profetizo lo siguiente: cuando la cuestión energética esté verdaderamente resuelta o sea una veleidad del subconsciente, nadie volverá a hablar jamás de la “sostenibilidad” (punto).
Ya lo cinceló el poeta William Blake al escribir: “Divinidad disfrute de Inagotable Energía”, o sea el fin de toda tragedia, consiste en que el ser humano llegue a ser inmortal y se una con la tierra y el cielo.
Benito Sánchez-Montañés nos propone penetrar en un Dominio donde las manipulaciones resulten difíciles si no imposibles, y donde todas las creencias sean igualmente respetables y por la misma razón (sin entrar a enjuiciarlas) nunca puedan convertirse en justificación o fin último.
Es decir, un lugar donde sea posible demostrar todo aquello que se expone y el acuerdo o la alianza puedan darse en función de la inteligibilidad y la objetividad.
Terra Incognita
En el Libro XIV de Zhuangzi (400 A.C.) encontramos:
“¿Acaso el cielo se encuentra en perpetuo giro? ¿Y la tierra mora en reposo? ¿El sol y la luna se persiguen mutuamente? ¿Quién dirige y guía estos movimientos? ¿Quién los sostiene y los conecta? ¿Quién es tal que sin tensión ni esfuerzo, los produce y mantiene? ¿Existe quizás un proceso desconocido por el cual no podrían ser de otro modo? ¿O bien se mueven y giran por incapacidad de detenerse ellos mismos?”
“Wuxian Shao dijo: “Ven y aprende. En el cielo hay seis direcciones y cinco elementos. Cuando los emperadores y los regentes actúan de acuerdo con aquellos, surge el buen gobierno. Cuando los desafían, cunde la degradación. Observa los preceptos de los Nueve Hexagramas Luo, por los cuales el gobierno puede guiarse y la virtud se expande. Busca e ilumina todo aquello que hay bajo el cielo y todo cobrará vida. Es esto lo que otorgan los regentes augustos”
El daoísta nos alerta para recuperar la dimensión primigenia de un lugar por encima de nostalgias del pasado u otra consideración costumbrista. El único método eficaz y digamos que real para lograrlo, descartada la imitación mimética de la naturaleza, es el método científico.
Por eso Benito Sánchez-Montañés, a pesar de la incomprensión que esto le genera, mide con sensores las variables ambientales de los edificios destinados al Turismo, examina su comportamiento mediante modelos térmicos o bien simula las condiciones predecibles a partir de complejos programas informáticos, para producir un progreso real y tangible que sirva a ésta sociedad poliédrica.
El ambiente es luz, color y sonido. Como en el Dictum del Sutra del Loto, “el vacío son formas y las formas son vacío”. Las operaciones con el espacio no pueden ser otra cosa que operaciones con el ambiente. El legado de la historia, incluso dentro de la rama tectónica, no será sino la panoplia de soluciones ambientales que se han querido ver, con más o menos buena intención, bajo la forma de estilos.
En la antigua China el bandido Zhi asombró a Confucio al decirle: “La Tierra y el Cielo son ilimitados y eternos pero para los hombres, la muerte es inevitable.”
Habrían de pasar 2.500 años hasta que el arqueólogo Kanellopoulos identificase esta sentencia con el deseo por la Arquitectura, limitar lo Infinito, superar lo Inevitable, sublimar la Majestad de la Muerte.
Mientras que bajo esas sobrecogedoras ideas subyace un entendimiento de la Arquitectura como modo de dotar de expresión arquitectónica a las leyes comunes de la Naturaleza y la Colectividad, en la actualidad, más se diría con Eladio Dieste, que hemos confundido lo infinito con lo indefinido.
Llegados a este punto, lo consecuente sería devolver esos mismos principios a la Arquitectura del porvenir. Es en ese proceder, como ya hemos anunciado, donde tendrán cabida los quehaceres de la ciencia.
Arquitectura y Turismo
Fue Geoffrey Bawa, el arquitecto de Sri Lanka quien hacia 1980 se ocupó en primer lugar de las cuestiones del Turismo Ecológico, su Hotel Kandalama cerca de Dambulla, en el triángulo de oro del Patrimonio Mundial de aquella isla bendita y hoy atribulada, se yergue cubierto de vegetación como un referente incontestable frente a la ciudadela en la roca de Sigiriya.
Había tenido eso sí, el formidable precedente del Ashram de Sri Aurobindo, terminado en los 40s en Pondicherry y construido por Antonin Raymond frente a las ignotas playas del golfo de Bengala; en el legendario último refugio del apóstol Santo Thomma. La única mano de obra de la que dispuso fue la de un puñado de discípulos tamiles del gurú, que no eran ni tan siquiera obreros y no sabían nada de hormigón, he aquí la Ecología.
Recientemente, el arquitecto Justo García Rubio declaraba sobre la Terminal de autobuses en Casar de Cáceres, que su premiado edificio quería ser una metáfora del Viaje.
Entonces, ¿qué es verdaderamente necesario trasmitir mediante nuestra arquitectura para inducir deleite?
Una vez más el pensamiento oriental viene en auxilio:
Zhuangzi y Huizi paseaban por un río en la comarca de Liang cuando Zhuangzi dijo: los peces acuden a jugar alegremente, así es como ellos se contentan.
Huizi respondió: si no sois un pez, ¿cómo sabéis que los peces están contentos?
Zhuangzi replicó: vos no sois yo ¿cómo sabéis que yo no sé si los peces están contentos?
A lo que Huizi dijo: Yo no soy vos y admitiendo que no os conozco del todo, resulta claro que no sois un pez, lo que hace que esté seguro de que no sabéis si los peces están contentos.
Volvamos al origen de la cuestión, pidió Zhuangzi, vos me habéis preguntado cómo yo sé que los peces están contentos, así que al preguntar eso, sabíais bien que yo conozco la respuesta: lo sé porque yo mismo he acudido a solazarme a este río.
Es cierto, lo mejor que tenemos para ofrecer y disfrutar es nuestra propia Tierra, Ambiente, Naturaleza, o como dije en otro escrito sobre Astronomía, la capacidad de Aposentarnos y Habitar el Tiempo; el único fin posible para la Arquitectura.
Viaje a ninguna parte
El corolario de este libro es que el paradigma de producción espacial en el Mundo ha de ser paulatinamente ampliado hacia un concepto más científico de habitabilidad que recupere el espesor antropológico de lo construido y la comunicación entre el hombre y su entorno del mismo modo que ocurriera en la antigüedad.
Hoy se hace patente que no es viable un sistema planetario de urbanización que ha sido consecuencia de la cultura mediática del consumo, la globalización económica y la crisis de la política.
La red turística que se genera globalmente es insostenible desde la propia perspectiva ecológica y social por lo que han de ser orientadas las prácticas colectivas e individuales hacia la búsqueda de nuevas soluciones, aquí desglosadas.
Se propone ensayar nuevos conceptos territoriales que contemplen la participación ciudadana desde el momento de su generación, procedimientos que tengan como contenido la diversidad social, que cumplan con la calidad medioambiental y la economía ecológica, y que finalmente cobren sentido dentro de un concepto global de planificación a fin de ser capaces de impulsar una cultura poética.
Ha de ser recuperada una noción para la planificación integradora de múltiples factores en el proyecto arquitectónico. No basta con establecer el índice de impacto ambiental de ciertas actividades de construcción.
En el entendimiento de la Arquitectura y el Turismo como procesos holísticos, siempre será prioritario restaurar, intervenir sobre el patrimonio existente, antes que el crecimiento o la creación indiscriminada de nuevos territorios, que además ya no es posible.
Esta obra resulta eficaz para propulsar una cultura ambiental crítica. Superar la versión productivista y consumista, a través de una nueva visión poética y reflexiva, una metamorfosis especulativa que encontrase elementos válidos en el pensamiento y en la experiencia histórica y a la que podemos llamar “lógica social del espacio”.
La sociedad occidental valora el territorio de manera lábil, inútil e irreflexiva a partir de unos baremos mezquinos, promulgados por la cultura de los medios de masas, que además presentan el concepto de vacío o de naturaleza como algo desdeñable, cuando es justo al contrario.
Eventualmente se ha de buscar el equilibrio entre cultura, naturaleza, sociedad y tecnología, el Ekumene que el orientalista Ernest Fenollosa expresó así:
“A lo largo del siglo que viene la fuerza combinada del análisis científico y la sabiduría espiritual deberán unir para la eternidad la gracia entrelazada de la síntesis estética y el amor fraternal”.
Las herramientas científicas y arquitectónicas que se han desarrollado en este escrito van sin duda a generar una nueva sintaxis espacial. Puesto que ésta procede únicamente de la experiencia ontológica del medio ambiente, es posible traducirlas en aplicaciones tecnológicas e informáticas de utilidad inmediata , extensiva e intensiva.
Saludamos este tipo de iniciativas pues contribuirán a conocer mejor y a corregir los desequilibrios que se han venido produciendo en el hasta ahora errático devenir del género humano.
De su brillante potencial depende en gran medida la esperanza de una Humanidad doliente.
Aquí, Benito Sánchez-Montañés Macías puede parangonarse al postrer Goethe que reza,
“Alguien dijo: ¿por qué os empeñáis tanto en Homero, si después de todo no le entendéis? A lo que yo respondí: tampoco entiendo el Sol, la Luna o las Estrellas pero éstas pasan por encima de mi cabeza y en ellas me reconozco. Mientras las observo y contemplo su maravilloso curso regular, medito acerca de si, también de mí, algo bueno habrá de surgir.
© 2009 Kyoto
[1] Whereas the tourist generally hurries back home at the end of a few weeks or months, the traveller belongs no more to one place than to the next, moves slowly, over periods of years, from one part of the earth to another, knowing not when and where to return.
6.9.09
BERLÍN. Kunsthaus Tacheles
5.9.09
BERLÍN. Museo Judío.
BERLÍN. Monumento al Holocausto
El Monumento al Holocausto de Berlín se situa entre la Puerta de Brandenburgo y Postdamer Platz, en uno de los muchos vacíos urbanos que ha dejado el trazado del Muro, lo que no es una pirueta histórica menor. Sus autores son Serra y Eisenman y se inscribe en el marco de operaciones de lavado de conciencia que acompañan a la definición de la identidad de la Alemania democrática, de las que seguramente constituye una de sus cimas.
Como lugar, incluso desposeído de significados a priori, es una de las grandes experiencias espaciales-emocionales que se puede tener en el mundo de las formas creadas por el hombre. Es un monumento que se vive, no se visita. Avanzar, hundiéndose con el suelo entre el bosque de ominosas estelas, es algo que nadie sensible va a olvidar. Muy recomendable experimentarlo con llucia, niebla y poca gente; yo lo he padecido en agosto... en fin, no debe de ser lo mismo.
El pequeño museo subterráneo es de interés menor. Si no se tiene interés por profundizar en los propios conocimientos del holocausto judío con detalles peculiares, lo más valioso es la forma elegida por Eisenman para generar una topografía invertida en el techo de las salas, con las "raíces" de las estelas en negativo, generando la metáfora de estar viviendo la tumba, el lugar de la muerte. Aunque la relación funcional con el exterior, correcta pero banal, destruye el impacto de la sensación. Por otro lado, la inserción de los accesos y salidas de emergencia, interfiere negativamente en la pureza del campo de estelas.
Dicho todo lo cual, como experiencia para un coleccionista de Lugares, es imprescindible.
11.7.09
NOTAS DE SENDERO
Picos de Europa. Junio 09
Sotres es un aglomerado de casas en una solana, sobre una encrucijada de valles impresionante. Solo un pequeño grupo de casas más recientes, y por ello ignorantes, coloniza la umbría que forma un collado frente caserío principal. Una carretera de montaña casi termina en el pueblo. Digo casi porque en realidad sube a las brañas y prosigue hasta Tresviso en Cantabria. Pero esta posibilidad de comunicación entre las dos provincias es tan peregrina que en realidad apenas hay conexión y el efecto es de fondo de saco. Pues en torno a esa carretera, que se convierte en calle y después en plaza, la plaza, se aglutina la hostelería local y las tienducas, perdón tiendinas, destinadas al turismo fundamentalmente. Porque Sotres, pueblo de ganaderos modestos, de vaqueros de montaña que no alcanzará las doscientas casas, debe a su belleza, o mejor a la de su ubicación, un cierto auge turístico, contando con el senderismo y la gastronomía como principales soportes.

Rodeada de picos (de Europa, precisamente) que aún en junio conserva un porcentaje alto de neveros, por su altura presentan su roca desnuda y escasa vegetación. Las manchas de praderas altas, como llanuras lunares, va dejando aparecer robles solitarios, que descendiendo forman guirnaldas en las laderas, hasta cuajar en robledales hacia algún valle o escorrentía.
Aquí el silencio de la naturaleza es real. Ese mito que he añorado en parajes más vitales y gárrulos, en la montaña se hace silbo del viento entre cañones y algún trino tímido, acatarrado. O nada. Si el pájaro calla solo nos queda el ruido del fuego en la chimenea. Ocasionalmente, la lluvia. Creo que no cabe colección más bella de sonidos.
Los Picos de Europa presentan un panorama con frecuencia sobrecogedor. La combinación de macizos rocosos, praderas y bosques se conjuga en innumerables sintagmas, consiguiendo saturar la capacidad de belleza del espectador. La intervención humana (un sendero, un conjunto de refugios de vaqueros) y el moteado del ganado en las laderas no hacen sino subrayar la perfección del cuadro.
La Senda del Cares discurre a través de la garganta que forma el río del mismo nombre. Cogiéndola desde el Norte comienza en Poncebos, Asturias; el recorrido más espectacular discurre hasta Caín, ya en la provincia de León, a 13 Km. de distancia. La comunicación rodada implica semejante desvío que es mejor plantearse la ida y vuelta a pie. El mayor esfuerzo, un desnivel de más de 300 m en 2,5 km de desarrollo, se encuentra en el comienzo por Asturias y no corresponde a una zona especialmente bella (aunque todo el recorrido lo es) así que, salvo que se quiera realizar un buen ejercicio aeróbico, lo más rentable es comenzar por Caín y cuando se está iniciando el ascenso a los collados ( a unos 10 km) darse la vuelta. En el recorrido no hay posibilidad de avituallamiento ni refugio, si exceptuamos algunos de los numerosos túneles. No hay tampoco ni una fuente, aunque las escorrentías de agua de la cumbre son frecuentes y sin contaminación aparente (no hay pasto ni ganado hasta la cima). Lo peor del recorrido es el firme, sobre todo en las pendientes, que requiere una buena suela y tobillos firmes; lo mejor, claro, la vista, ininterrumpidamente bella, sorprendente, grandiosa, que han convertido a este sendero en una de las rutas más populares entre senderistas, paseantes, jubilados y turistas en general ( los más avisados y menos deportistas evitan el ascenso astur), lo que constituye la segunda precaución que hay que tomar: no ir nunca en periodo de vacaciones o en fin de semana, si no se quiere practicar senderismo en filia india; porque incluso fuera de esas fechas, si el tiempo acompaña, el camino estará transitado.
APUNTES CUBANOS
CUBA tiene esa rara cualidad de los sitios especiales, y es que uno desea sentirse en ella. Sin más, ni menos, sin hacer o ver nada especial, solo saberse en el lugar. Es la cualidad de los lugares míticos, aunque no sabría decir si el deseo, la sensación, son producto de la mítica local o es por el contrario la propia cualidad mítica la que deriva de la naturaleza del lugar, capaz de generar esa mitología por quién sabe que conjunto de propiedades acumuladas.
Si esto fuese así, nuestro deseo no hace sino alimentar, reproducir, vivir el sueño.
Sin embargo, el reencuentro con la Habana ha sido vagamente melancólico. La sensación de que algo inaprensible se ha perdido, algo que pertenece a lo inmaterial, casi lo inefable. Con esta introducción parece que va a ser difícil definirlo sin contradecirme, pero puedo intentar aproximaciones.
La Habana revisitada (aquí el anglicismo tiene un matiz apropiado) se muestra cada vez más como el parque de atracciones de sí misma que hace cinco años anuncié. Concentrada desde luego en Habana vieja, pero extendiéndose a otras zonas como El Malecón. El mecanismo destinado al turista y a su explotación es cada vez mas feroz, extenso y evidente, con un resultado agotador, cansino.
Sigue conmoviendo la Habana de los habaneros, los solares depauperados, míseros, la partida de pelota en la calle, la conversación de los bicitaxis indolentes… Pero el negocio de don Eusebio, al grito de “a por ellos” aburre hasta al visitante mejor dispuesto a leer entre líneas.
No sé si fue antes el huevo o la gallina, creo que más bien se ha dado una coincidencia redundante entre la necesidad, el natural pícaro de los aborígenes y la palmaria creación del mencionado parque temático, constituido en cancha oficial del jinetero rampante (una de las principales atracciones del parque). Recuerdo que, pese a su acepción más extendida y comprendida en occidente, jinetero en La Habana es todo aquel que se busca la vida, el que “resuelve” al margen de los cauces convencionales y, por lo general, aprovechándose de la fortuna e inocencia de algún extranjero. Y habrá que aclarar ahora el significado de “resolver” en Cuba, el verbo que preside la subsistencia del cubano. Resolver aquí es también buscarse la vida, pero en un sentido más amplio; digamos que jinetear es una forma de resolver, aunque hay otras más convencionales como el intercambio, los favores o el trapicheo de toda índole.
El resultado ante el reencuentro con ese panorama ha sido un cierto desapego, una leve pérdida de capacidad magnética de La Habana, una forma del hastío que no promete nuevas visitas inminentes. Es algo así como la sensación de reencontrarse con una vieja amante, en la que uno reconoce todas sus virtudes pero no es capaz de precisar qué fue lo que lo atrajo fatalmente en aquella ocasión.
La decadencia de Habana Vieja no debe ser cosa de los últimos 50 años aunque está claro que el castrismo, hasta la llegada de Eusebio Leal, ha sido la puya que la ha rematado. Vedado y Miramar, con sus respectivas épocas de pujanza, son testimonio del abandono de las mansiones de Habana Vieja en favor de los nuevos barrios. La falta de servicios públicos y salubridad debieron ser los principales motores de la diáspora, que constituyó la primera causa de abandono. En aquel entonces nacería el “solar” habanero, este corral de vecinos abusivo y mísero que fragmenta una casa precedente y, con frecuencia, señorial. ¿Quizás comenzó siendo un negocio de los propietarios originales, que dividieron y arrendaron la casa que abandonaban? Sobre esta teoría se me plantea una duda, debida a la pujanza que entorno a la Calle Obispo muestran sedes bancarias de principio del S. XX. Parece que el poder económico siguió prefiriendo esta zona… Puede que muy circunscritos al eje que unía la Plaza de Armas y Catedral con el Parque Central, porque mantenía su carácter de nexo, creando una espina dorsal de poder y representatividad en medio del cuerpo moribundo de la ciudad histórica.
Tengo mencionado en un par de ocasiones a don Eusebio Leal Spengler, para quien no lo sepa, el Historiador de la Habana. Este cargo de resonancias decimonónicas no es el de un señor erudito que fatiga bibliotecas para recopilar la historia de la ciudad, aunque lo pareciera. No, se trata en el origen hispano del archivero municipal, devenido hoy en el conservador de todo el patrimonio de la ciudad. Dicho así tampoco se hace uno una idea aproximada de la envergadura del cargo que este señor ha recabado para sí. Y digo recabado porque sus funciones actuales han sido paulatinamente absorbidas por la Oficina del Historiador de la Habana, quizá ante la dejadez de otros. Digámoslo ya, para muchos cubanos Eusebio Leal es el hombre más poderoso del país después de los hermanos Castro. Y lo es sencillamente porque maneja más dinero que nadie, incluido el ejército o el Ministerio de la Construcción. Su Oficina sólo despacha con la Presidencia de la República (los Castro) y es la única entidad, además del Banco Central Cubano, claro, autorizada a manejar divisa extranjera dentro y fuera del país, comportarse como una empresa capitalista, vamos. Y eso lo logra manejando el mayor negocio de Cuba: el turismo en La Habana.
Para esa misión la Oficina del Historiador ha creado la omnipresente empresa HABAGUANEX. Se trata sólo de una de las empresas que aglutina la Oficina, el conglomerado económico más potente e interesante que está generando el régimen, hasta donde he sido capaz de percibir. La presencia de Habaguanex como única empresa turística en la Habana es muy notable, en Habana Vieja es apabullante, sencillamente se ha convertido en la “marca” del parque temático. Gestiona como propietaria hoteles, restaurante, tiendas…para ser exacto, todos los hoteles, todos los restaurantes, todos los bares, la mayoría de las tiendas… de hecho es gracioso, sobre todo en los restaurantes, como simula la autocompetencia, manteniendo o inventando el estilo, la especialidad, el nivel del local, simulando la variedad de un mercado de libre competencia, cuando en realidad pertenecen a una misma cadena. Es, literalmente el concepto de Parque Temático aplicado a la hostelería.
Santiago de Cuba, el Oriente.
Hemos tenido la enorme suerte de ser invitados en una casa santiaguera, siendo Santiago una de esas sociedades que hacen de la hospitalidad cuestión de honor, y siendo mi mujer una hija pródiga, emigrante retornada a una familia desconocida tras muchos, todos los años. La invitación ha sido proporcionada a ambas circunstancias.
La antigua casa burguesa, de dos plantas en una calle con casas de planta única, anuncia pasadas glorias. El estado de la fachada anuncia la decadencia sufrida por esta sociedad, corroborada por la partición de la finca, de la que la familia originalmente propietaria conserva solo el piso alto, mientras que el bajo está fragmentado en microviviendas que forman el típico “solar” cubano. Pasada esta impresión de decrepitud, la casa por dentro, por contraste, resulta incluso acomodada, aprovechando una tipología especialmente agradable que merece comentario arquitectónico aparte. No olvidemos que nos encontramos en la Cuba de la inacabada agonía castrista, lo que significa una inmensa pobreza asfixiando a su población, y por tanto, la casa presenta todas las carencias que se pueden esperar, aunque dentro de unos límites que aquí se podrían identificar como de “dignidad razonable”.
La hospitalidad, como queda dicho, es profunda y extensa, exquisita. No falta de nada, con abundancia y detallismo, aunque algo dice que se ha conseguido “resolviendo” para la ocasión, y aportando todos los restos del naufragio. No hay agua corriente en el baño pero sí tenedores de aperitivos de plata, seguramente decimonónicos.
La compañía es deliciosa y la cerveza abundante. La comida sencillamente espectacular. Un “puelco” empalado y asado en las brasas (hace tiempo que dejó de ser cochinillo), un congrí perfecto, buñuelos de malanga*, ensaladas, plátano macho, una indescriptible buena fruta, especie de mamey (mango) dulce como un pastel, llamada zapote** y un nada desdeñable helado natural de coco. El café, cubano.
* Tubérculo primo del boniato.
** Mamey colorao en Habana
Pero de todo, lo mejor es la mezcla de sabiduría y sorna tan cubanas. El insuperable análisis social y político construido a base de paciencia y guasa. Papito, el patriarca, sostiene que aquí le preguntas de sopetón a cualquiera que esté parado en una esquina, de qué vive y se lleva un susto al comprobar que así, de pronto, no lo sabe. Pero lleva 100 pesos en el bolsillo. La afirmación ante cualquier desastre local es que “este es el país de la ziguaraya”, nombre de fruta venenosa, que no he acabado de comprender porqué bautiza así al desbarajuste. O el magnífico dicho cubano, que resume demoledoramente la situación: “nosotros fingimos que trabajamos y ellos fingen que nos pagan”.
Lo cierto es que la combinación entre la natural desgana tropical y la desmotivación socialista ha conseguido desactivar hasta el último resorte la capacidad generadora de este pueblo, que se limita a “resolver” y sobrevivir, refugiado, cuando puede, en algunos placeres esenciales.
Pues en este mundo de desdicha y escasez, la hospitalidad es mucho más apabullante, la generosidad rotunda.
[Aún así, insisto en que esta es una familia que por uno u otro medio, mantiene un nivel de acceso a bienes elementales por encima de la media. En más de una ocasión he vivido una forma primitiva de hospitalidad en la necesidad (también en Sahara), en la que el anfitrión te invita a comer o tomar café mientras observa, sin tomar nada. Es la hospitalidad primaria en una sociedad de subsistencia, seguramente la de nuestros ancestros: el anfitrión se priva de su ración para ofrecerla al huésped. En los parámetros actuales de la sociedad occidental, con una cortesía formada en la abundancia y la ostentación, es una situación incómoda, pero hay que saber agradecerlo con profundidad y una dignidad pareja a la del anfitrión.]
27.5.09
...antes del desayuno
6.4.09
Primavera en Quebec
Nunca pensé en venir a Canadá. Uno de los países que me producían menos curiosidad en el mundo; pero volver por segunda vez en menos de un año sí que ha superado todas mis expectativas de lo que decididamente no iba a hacer.

Con todo, arquitectónicamente, lo más interesante de la ciudad es el caserío. La colección de tipologías y soluciones constructivas, así como las adaptaciones y transformaciones que leen la ciudad a través del tiempo nos dan la visión más rica de la ciudad viva que fue, desde los pocos ejemplos que se conservan de los orígenes hasta las desigualmente afortunadas intervenciones del XX, pasando por los dwelings de la dominación británica o el historicismo de los florecientes comerciantes decimonónicos.
La ciudad al exterior de los muros seguramente merecería un comentario, o muchos, pero la he frecuentado poco. Los caminos históricos al sur se han consolidado en el altiplano como las avenidas principales que comunican con el mundo más´állá de los ríos, flanqueadas de barrios que en ocasiones son ya históricos, con un caserío igualmente interesante, en el que abunda el tipo triplex que he comentado ya en la entrada dedicada a Montreal, con ese aire colonial indefinible y que genera unas calles tan bonitas y vivideras, con ese espacio para la convivencia entre lo público y lo privado que constituyen las balconadas y el jardín formado en el ancho de la escalera. Tampoco faltan los palacetes historicistas, granados por ejemplos sorprendentes tipo château o los más elegantes cottage.

En fin, este lugar desubicado, último bastión septentrional de la civilización en la región de Quebec, aislado en medio de una región escasamente habitada, sobre un peñasco que parte los ríos San Lorenzo y San Carlos y para el que una copiosa nevada a diez bajo cero es su idea de primavera, este lugar, digo, es el que me ha entretenido una semana pensando qué se me habrá perdido en este sitio.
Nota climática: De nuevo verificamos la importancia de las corrientes marinas y de aire en los climas de los lugares, más allá de los datos de latitud y longitud. El caso de las orillas del Atlántico siempre me sorprende por más que sea tan conocido y explicado. Este sitio, junto a un gran río, al nivel del mar y a 46ºN (poco más arriba de los Pirineos, por tanto), soporta condiciones invernales que en Europa tendríamos que ir a buscar a Siberia (para conseguir -12º de temperatura media en enero y sólo 4º de media anual hay que pasar mucho frío). Y el verano, siendo suave, tiene puntas de temperatura considerables, que conviven con una humedad muy elevada. Una delicia. Lo que hace la gente por dinero...
12.2.09
la simplicidad. michaux
citas, conferencias, proyecciones, comentarios literarios... el perfil poliédrico del tipo se va perfilando ante mí.
la última impagable aportación ha sido de mi amigo paco beltrán desde su blog "cajas, cajitas, cajones..."
ahí va, gracias paco:
"Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce a error."
Edgar Allan Poe (1809-1849)
"Lo que ha faltado sobre todo hasta el presente a mi vida, ha sido simplicidad. Poco a poco comienzo cambiar.
Ahora, por ejemplo, siempre que salgo, llevo mi cama conmigo, y cuando una mujer me agrada,
la tomo y me acuesto con ella al instante.
Si sus orejas o su nariz son feas y grandes, se las quito juntamente con la ropa y las pongo
debajo de la cama. Allí las encontrará ella al partir. Sólo guardo lo que me agrada.
Si su ropa interior ganara al ser cambiada, la cambio en seguida. Ese será mi regalo.
Si entretanto veo a otra mujer más agradable que pasa, me excuso ante la primera y la
hago desaparecer inmediatamente.
Personas que me conocen sostienen que no soy capaz de hacer eso que digo; que no tengo
suficiente temperamento para ello. Yo también lo creía así, pero era porque no hacía todo
como se me antojaba.
Ahora, paso siempre muy lindas tardes. (Por la mañana trabajo.)"
La simplicidad
Henri Michaux
19.1.09
duda
no es una duda muy práctica, lo sé, pero me acompaña desde la infancia, lo que probablemente da una idea de que ya debía ser un niño bastante rarito.
p.s.1. los daltónicos confunden colores, por lo general los rojos y verdes son algo entre un marrón y un morado que no pueden distinguir, no es que vean colores distintos, porque si los distinguiesen entre sí, por el principio anterior, sabrían lo que es verde y rojo y nadie podría decir que son daltónicos.
p.s.2. en japonés no existe el color verde. todo es azul. los árboles y la hierba en japón son azules. tonos de azul distinto, obviamente, al del cielo, como aquí distinguimos el azul del cielo y el del mar. este hecho me ha inquietado ligeramente desde que lo conozco.
15.1.09
CODERCH: No son genios lo que necesitamos
Un viejo y famoso arquitecto americano, si no recuerdo mal, le decía a otro mucho más joven que le pedía consejo: “Abre bien los ojos, mira, es mucho más sencillo de lo que imaginas.” También le decía: “Detrás de cada edificio que ves hay un hombre que no ves.” Un hombre; no decía siquiera un arquitecto.
No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios son acontecimientos, no metas o fines. Tampoco creo que necesitemos pontífices de la Arquitectura, ni grandes doctrinarios, ni profetas, siempre dudosos. Algo de tradición viva está todavía a nuestro alcance, y muchas viejas doctrinas morales en relación con nosotros mismos y con nuestro oficio o profesión de arquitectos (y empleo estos términos en su mejor sentido tradicional). Necesitamos aprovechar lo poco que de tradición constructiva y, sobre todo, moral ha quedado en esta época en que las más hermosas palabras han perdido prácticamente su real y verdadera significación.
Necesitamos que miles y miles de arquitectos que andan por el mundo piensen menos en Arquitectura (en mayúscula), en dinero o en las ciudades del año 2000, y más en su oficio de arquitecto. Que trabajen con una cuerda atada al pie, para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces, y de los hombres que mejor conocen, siempre apoyándose en una base firme de dedicación, de buena voluntad y de honradez (honor).
Tengo el convencimiento de que cualquier arquitecto de nuestros días, medianamente dotado, preparado o formado, si puede entender esto también puede fácilmente realizar una obra verdaderamente viva. Esto es para mí lo más importante, mucho más que cualquier otra consideración o finalidad, sólo en apariencia de orden superior.
Creo que nacerá una auténtica y nueva tradición viva de obras que pueden ser diversas en muchos aspectos, pero que habrán sido llevadas a cabo con un profundo conocimiento de lo fundamental y con una gran conciencia, sin preocuparse del resultado final que, afortunadamente, en cada caso se nos escapa y no es un fin en sí, sino una consecuencia.
Creo que para conseguir estas cosas hay que desprenderse antes de muchas falsas ideas claras, de muchas palabras e ideas huecas y trabajar de uno en uno, con la buena voluntad que se traduce en acción propia y enseñanza, más que en doctrinarismo. Creo que la mejor enseñanza es el ejemplo; trabajar vigilando continuamente para no confundir la flaqueza humana, el derecho a equivocarse -capa que cubre tantas cosas-, con la voluntaria ligereza, la inmoralidad o el frío cálculo del trepador.
Imagino a la sociedad como una especie de pirámide, en cuya cúspide estuvieran los mejores y menos numerosos, y en la amplia base las masas. Hay una zona intermedia en la que existen gentes de toda condición que tienen conciencia de algunos valores de orden superior y están decididos a obrar en consecuencia. Estas gentes son aristócratas y de ellos depende todo. Ellos enriquecen la sociedad hacia la cúspide con obras y palabras, y hacia la base con el ejemplo, ya que las masas sólo se enriquecen por respeto o mimetismo. Esta aristocracia, hoy, prácticamente no existe, ahogada en su mayor parte por el materialismo y la filosofía del éxito. Solían decirme mis padres que un caballero, un aristócrata es la persona que no hace ciertas cosas, aun cuando la Ley, la Iglesia y la mayoría las aprueben o las permitan. Cada uno de nosotros, si tenemos conciencia de ello, debemos individualmente constituir una nueva aristocracia. Este es un problema urgente, tan apremiante que debe ser acometido en seguida. Debemos empezar pronto y después ir avanzando despacio sin desánimo. Lo principal es empezar a trabajar y entonces, sólo entonces, podremos hablar de ello.
Al dinero, al éxito, al exceso de propiedad o de ganancias, a la ligereza, la prisa, la falta de vida espiritual o de conciencia hay que enfrentar la dedicación, el oficio, la buena voluntad, el tiempo, el pan de cada día y, sobre todo, el amor, que es aceptación y entrega, no posesión y dominio. A esto hay que aferrarse.
Se considera que cultura o formación arquitectónica es ver, enseñar o conocer más o menos profundamente las realizaciones, los signos exteriores de riqueza espiritual de los grandes maestros. Se aplican a nuestro oficio los mismos procedimientos de clasificación que se emplean (signos exteriores de riqueza económica) en nuestra sociedad capitalista. Luego nos lamentamos de que ya no hay grandes arquitectos menores de sesenta años, de que la mayoría de los arquitectos son malos, de que las nuevas urbanizaciones resultan antihumanas casi sin excepción en todo el mundo, de que se destrozan nuestras viejas ciudades y se construyen casas y pueblos como decorados de cine a lo largo de nuestras hermosas costas mediterráneas.
Es por lo menos curioso que se hable y se publique tanto acerca de los signos exteriores de los grandes maestros (signos muy valiosos en verdad), y no se hable apenas de su valor moral. ¿No es extraño que se hable o escriba de sus flaquezas como cosas curiosas o equívocas y se oculte como tema prohibido o anecdótico su posición ante la vida y ante su trabajo?
¿No es curioso también que tengamos aquí, muy cerca, a Gaudí (yo mismo conozco a personas que han trabajado con él) y se hable tanto de su obra y tan poco de su posición moral y de su dedicación?
Es más curioso todavía el contraste entre lo mucho que se valora la obra de Gaudí, que no está a nuestro alcance, y el silencio o ignorancia de la moral o la posición ante el problema de Gaudí, que esto sí está al alcance de todos nosotros.
Con grandes maestros de nuestra época pasa prácticamente lo mismo. Se admiran sus obras, o , mejor dicho, las formas de sus obras y nada más, sin profundizar para buscar en ellas lo que tienen dentro, lo más valioso, que es precisamente lo que está a nuestro alcance. Claro está que esto supone aceptar nuestro propio techo o límite, y esto no se hace así porque casi todos los arquitectos quieren ganar mucho dinero o ser Le Corbusier; y esto el mismo año en que acaban sus estudios. Hay aquí un arquitecto, recién salido de la Escuela, que ha publicado ya una especie de manifiesto impreso en papel valioso después de haber diseñado una silla, si podemos llamarla así.
La verdadera cultura espiritual de nuestra profesión siempre ha sido patrimonio de unos pocos. La postura que permite el acceso a esta cultura es patrimonio de casi todos, y esto no lo aceptamos, como no aceptamos tampoco el comportamiento cultural, que debería ser obligatorio y estar en la conciencia de todos.
Antiguamente el arquitecto tenía firmes puntos de apoyo. Existían muchas cosas que no eran aceptadas por la mayoría como buenas o, en todo caso, como inevitables, y la organización de la sociedad, tanto en sus problemas sociales como económicos, religiosos, políticos, etc., evolucionaba lentamente. Existía, por otra parte, más dedicación, menos orgullo y una tradición viva en la que apoyarse. Con todos sus defectos, las clases elevadas tenían un concepto más claro de su misión, y rara vez se equivocaban en la elección de los arquitectos de valía; así, la cultura espiritual se propagaba naturalmente. Las pequeñas ciudades crecían como plantas, en formas diferentes, pero con lentitud y colmándose de vida colectiva. Rara vez existía ligereza, improvisación o irresponsabilidad. Se realizaban obras de todas clases que tenían un valor humano que se da hoy muy excepcionalmente. A veces, pero no con frecuencia, se planteaban problemas de crecimiento, pero afortunadamente sin esa sensación, que hoy no podemos evitar, de que la evolución de la sociedad es muy difícil de prever como no sea a muy corto plazo.
Hoy día las clases dirigentes han perdido el sentido de su misión, y tanto la aristocracia de la sangre como la del dinero, pasando sobre todo por la de la inteligencia, la de la política y la de la Iglesia o iglesias, salvo rarísimas y personales excepciones contribuyen decisivamente, por su inutilidad, espíritu de lucro, ambición de poder y falta de conciencia de sus responsabilidades al desconcierto arquitectónico actual.
Por otra parte, las condiciones sobre las cuales tenemos que basar nuestro trabajo varían continuamente. Existen problemas religiosos, morales, sociales, económicos, de enseñanza, de familia, de fuentes de energía, etcétera, que pueden modificar de forma imprevisible la faz y la estructura de nuestra sociedad (son posibles cambios brutales cuyo sentido se nos escapa) y que impiden hacer previsiones honradas a largo plazo.
Como he dicho ya en líneas anteriores, no tenemos la clara tradición viva que es imprescindible para la mayoría de nosotros. Las experiencias llevadas a cabo hasta ahora y que indudablemente en ciertos casos han representado una gran aportación, no son suficientes para que de ellas se desprenda el camino imprescindible que haya de seguir la gran mayoría de los arquitectos que ejerce su oficio en todo el mundo. A falta de esta clara tradición viva, y en el mejor de los casos, se busca la solución en formalismos, en la aplicación rigurosa del método o la rutina y en los tópicos de gloriosos y viejos maestros de la arquitectura actual, prescindiendo de su espíritu, de su circunstancia y, sobre todo, ocultando cuidadosamente con grandes y magníficas palabras nuestra gran irresponsabilidad (que a menudo sólo es falta de pensar), nuestra ambición y nuestra ligereza. Es ingenuo creer, como se cree, que el ideal y la práctica de nuestra profesión pueden condensarse en slogans como el del sol, la luz, el aire, el verde, lo social y tantos otros. Una base formalista y dogmática, sobre todo si es parcial, es mala en sí, salvo en muy raras y catastróficas ocasiones. De todo esto se deduce, a mi juicio, que en los caminos diversos que sigue cada arquitecto consciente tiene que haber algo común, algo que debe estar en todos nosotros. Y aquí vuelvo al principio de esto que he escrito, sin ánimo de dar lecciones a nadie, con una profunda y sincera convicción.
..."