
Toda la poética del Pabellón se materializa a través de esa composición de planos que vuelan, chocan, se apoyan, sin nunca doblarse, y de los materiales que los componen.
Para hacer pilares recurre a la intersección virtual de dos planos en la cruz y a su capacidad para ordenar el espacio como otros planos más.
La escultura (La Aurora) revela una vez más la poética de planos, cubriéndose del sol que le molesta al “descorrerse” la cubierta.
Hay una lectura puntual del clima: conocimiento de la trayectoria solar.
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