no todo podía ser felicidad anoche. lo de blade runner (ver post anterior) fue un desquite por el espectáculo teatral que nos acababa de infligir carles santos en el central.
"el fervor de la perseverancia" constituye la causa a la que debo una de las horas de aburrimiento más absurdas que recuerdo en una butaca.
carles santos es un creador iconoclasta e interesantísimo, que ha producido espectáculos notables, casi diría imprescindibles en la escena contemporánea. dicho lo cual, hay que señalar que éste me ha parecido un bodrio integral. no exento de hallazgos visuales y de la colaboración de una mezzosoprano digna, el conjunto es un rosario de obviedades, si admitimos por obviedad la necesidad del creador "moderno" de huír hacia adelante de su propia sequía imaginativa, epatando al respetable con todo tipo de supuestas originalidades inconexas. un análisis mínimamente desapasionado nos obliga a reconocer que todo lo visto anoche se ha repetido y pertenece al acervo rancio de la iconoclasia teatral del siglo xx. el conjunto sonaba familiar, a autocita, a dejà vu de algún tugurio escénico o festival de provincias. a la sensación melancólica que resulta de comprobar que cuando la transgresión no cuenta nada se queda en un gesto huero. y que cuando se repite el resultado es patético, un monumento a la nada, un certificado de defunción. si a alguien le sigue impresionando una actriz desnuda, un pianista golpeando con la tapa, el lesbianismos, gritos inconexos o unos cuantos dibujos pornográficos, que vaya a la función, a ver si se le pasa. una antigüedad, siglo xx.
consuela al menos que no todo el mundo es imbécil y hay quien percibe la desnudez del emperador, gracias a lo cual el entusiasmo del público fue perfectamente descriptible al final de la pieza.
según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario