según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.

24.12.07

notas desde la isla del meridiano

EL HIERRO. DIC.07

Así se llama por constituir el auténtico Finis Terrae desde la geografía tolomeica hasta el descubrimiento de América, pese al que mantuvo el honor de marcar el meridiano 0º hasta bien entrado el s.XIX, momento en el que los ingleses decidieron hacer notar al mundo que su centro era Londres y desplazaron el cero a la pedanía de Grenwich.

Con estos antecedentes no parecía descabellado que mi primer movimiento viajero fuese encaminarme al punto preciso que ostentó ese certificado de lugar remoto. Todo el poniente de la isla es desolado y estremecedor. Un paisaje volcánico que te deja a solas con el planeta. La belleza, en claves distintas a las conocidas, paraliza por momentos.

En el camino encontramos Sabinosa. Recorriendo el Golfo hacia poniente, flanqueados por el farallón que se levanta literalmente hasta alas nubes, vemos hacia el fondo del circo de rocas. A media ladera, solitario, colgado de forma inverosímil, un minúsculo caserío blanco. La curiosidad gira el volante y nos hace subir por una carretera que inventa su soporte en cada curva, para trepar por una ladera a la que los ingenieros debieran haber dejado en paz (no será la última en la isla). Llegamos a Sabinosa. La mancha blanca, solitaria en la pared verde, se constituye por una modestísima agregación de casas que, como suele ser habitual tras el paso del s.XX, es mucho más interesante de lejos que de cerca. En el lugar un único bar y restaurante, a su escala, que tiene por nombre "Sabinosa", no es necesaria más originalidad. Paramos a comer por necesidad y nos sorprende (deslumbra) la primera experiencia de lo que será una norma durante nuestra estancia en la isla: el simple hecho de comer bien, de que todo está exquisito en su sencillez, el lujo de una comida realmente casera en su forma de elaboración, en los ingredientes, en la cantidad. En este caso fueron los garbanzos (aquí son garbanzas, en femenino) más tiernos jamás probados, la papa perfecta, el mojo delicadísimo, el queso… qué arte elemental y olvidado de dar de comer bien, solo porque para qué vamos a hacerlo mal… El VINO merece un comentario aparte. El Hierro está orgullosa de sus caldos, lo que en general me parece bien y, en efecto, se pueden probar vinos interesantes, siguiendo la norma de que cuanto menos pretenciosos mejor. Es una cultura extendida y es normal que bares y restaurantes ofrezcan cosechas y elaboraciones domesticas, que pueden resultar muy agradables… o no. El vino "de pata", por ejemplo, indica su elaboración artesanal, pisado a pie desnudo. Algún tinto ha merecido la pena, pero ojo con el que llaman "rosado", porque la uva que usan tiende a abocarse. El resultado es un líquido sospechoso de alta gradación más próximo a un oloroso avinagrado que a cualquier líquido bebestible. En teoría es 100% natural, donde se demuestra que no hay que fiarse de la naturaleza. Sólo es tresegable con los recios quesos locales de cabra y oveja, que pueden adormecer al paladar más sensible.
Pero hablaba de la cocina. Es tan sencilla como eficaz. Platos de siempre con productos locales, que en general han padecido poco o nada la industrialización, hechos de forma elemental y sabia. Excelentes verduras y frutas, carnes entre las que recomiendo el conejo silvestre (y omnipresente en la isla, cada conejo comido contribuye al equilibrio del ecosistema) y la pesca litoral. Los dulces son igualmente sabrosos y tradicionales, sin mucha pastelería importada, aunque el principal entre ellos, la quesadilla, es sustancialmente igual a la quesada cántabra.

Hay una tradición de AISLAMIENTO que produce una cierta fascinación en las Canarias. Los guanches que, como quiera que fuese, llegaron por mar, olvidaron inexplicablemente el arte de la navegación. ¿Qué sucedió para que unos colonos lleguen por mar en una travesía no sencilla hasta una tierra aislada y en ocasiones diminuta y, en lugar de conservar el conocimiento que les permitiría comunicarse, transmitiéndolo de padres a hijos, permitan su olvido? La navegación, además, es un recurso adicional para la pesca y, por supuesto, para el comercio, que en estas sociedades puede ser una aportación fundamental, dada la escasez o inexistencia de muchos elementos en algunas islas.
Pues bien, los habitantes prehispánicos ignoraron durante siglos la navegación y no se relacionaron con las otras islas, en ocasiones distantes solo pocos kilómetros, siempre a la vista.

En el Hierro la cuestión es más llamativa. La abrupta cordillera que separa El Golfo del resto de la isla hizo que sus habitantes desconociesen a los demás incluso durante varios siglos después de la integración en la Corona. Parece que tendrían, como es lógico, noticias de ellos, pero a todos los efectos eran "islas" distintas.
Sin duda esta tradición autarquica tiene que forjar una cultura y un carácter. Una forma de ser.

A todo esto, me dirigía al antiguo meridiano 0º. La costa es una de las más desérticas de la isla, con conos volcánicos hasta la orilla. No es, sin embargo, de las más interesantes. Fuera del hecho historiográfico que justifica la visita, sería prescindible. El vecino faro de Orchilla, puede sí merecer una puesta de sol como la que disfrutamos. Hay que salir corriendo, porque la la pista de vuelta sin luz puede ser incómoda. Eso sí, la carretera desde El Golgo es de una belleza con muy pocas comparaciones que yo conozca. Hay un detalle aparentemente banal, la carretera, sin líneas, se funde con el color de la tierra y las piedras, salpicada por un manchado de plantas xerófitas. El resultado cambia totalmente la percepción del sitio y es una de las rutas más soberbias para recorrer que puedo recomendar.
Lo del meridiano me hace pensar que cuando se estableció no se conocerían las Azores, que son más occidentales. Así que no se puede decir que sea el punto más occidental de Europa, porque están las Azores y, además, geográficamente es África, por no mencionar Groenlandia, que es danesa y no sé muy bien si es América o qué. Resumiendo, esto es el extremo sur-occidental de España, sobre eso no hay discusión.

El Hierro es Naturaleza. El resto es prescindible. No hay arquitectura notable ni ciudades interesantes, ni arqueología digna de mención, nada etnográfico o artesanal realmente singular… el pescado es bueno, como en muchos sitios pero nada más. Las mujeres, además, son feas, con perdón de las honrosas excepciones que no se hicieron visibles en mi visita.
Pero la naturaleza, amigos, es espectacular. De las cumbres a las costas, las vistas, los parajes, los bosques, la orografía volcánica, las costas abruptas… condensado todo en un territorio mínimo. Este hecho unido a la escasez de población y virtual ausencia de turismo que desvirtúe la magia, hacen de El Hierro un lugar excepcional.
Decir NATURALEZA es quizá inexacto. Habría que hablar de PAISAJE. Porque es cierto que la isla ha estado mucho más poblada que ahora y en épocas en las que los recursos eran los primarios y la economía prácticamente autárquica. Esto hace que gran parte de la isla haya sido explotada agrícolamente. Digo "haya" porque una parte muy importante de esos campos han sido abandonados. En el Hierro, como en otros lugares muy pedregosos. Las vallas son de mampostería de piedra seca. Esta presencia es territorialmente muy importante, marca el paisaje. En la medida en la que esos campos han sido abandonados, pervive una cierta imagen fantasmagórica de campo reticulado, aparentemente sin objeto, como si la naturaleza hubiese sido loteada por un capricho inexplicado. El otro gran rastro humano son los caminos que recorren ubicuamente la isla y que, junto con la red de carreteras, siguen siendo una vía de transporte importante. Las autoridades han tenido la magnífica idea de mantener y señalizar una densa red de senderos que registra toda la isla, permitiendo recorrerla a pie íntegramente a un ritmo idóneo para su conocimiento. Esta posibilidad se ve favorecida por el diminuto tamaño de la isla y seriamente dificultada por su impresionante orografía que lo convierte en un reto cardiovascular no apto para todas las piernas. En estos lugares uno se explica perfectamente el problema de la obesidad de nuestras sociedades occidentales. Si somos los nietos de unos tipos que se subían 1.500 metros todas las mañanas con un saco al hombro, como si tal cosa, con un plato de gofio en el estómago, está claro que el sistema se ha desequilibrado.

No hay comentarios: