según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.

26.7.08

PARENTESIS PEQUINES

Una amiga, Susanne Strombom, manda una carta desde el Beijin de los inminentes Juegos (por cierto, ¿ya existe el nuevo toponímico, beijinés?), donde está comisionada por su empresa. Como no tiene desperdicio y para información de curiosos, la transcribo en las partes genéricas.

“...
You won't get one of these every week, but whilst things are still not as crazy as they may become, I may as well give you some insights.
It's nice to have had a couple of days to see the city without construction sites, and things covering buildings everywhere and squeeky clean.

Beijing has been "logofied", the whole city is covered in "Beijing 2008" logos, even the drug sniffer dog at the airport had a little blue jacket with an Olympic logo on it..I am not sure where the Logo
Useage Guide Book mentioned dog coats...but had I known, then I would have tried and tested at home :) Plant pots, chopsticks, the roadsigns are so full of logos that you can barely read the directions. You name it - it has one.

The pollution is just as bad as it's always been, it has been raining continuously on the cities west of Beijing, as that is where they shoot/ ionize the clouds so that it will "rain the pollution away" -well, those cities are probably shiny by now - but here it hasnt changed squat.. and the traffic is worse than ever - as they are closing the city down for bomb search and security to guarantee us
"safe and smooth Games". Well at this rate, that won't be an issue, as the athletes will all be late to their runs - if they even get out of the airport, as that takes 2.30 hrs just that.

The hotels are still as empty as before, the occupancy is at 40% and everyone is going bust. Mainly for three reasons - the first is the Visa problem, if you reject Visas you wont' have any tourists - that's for sure.
The second is the fear of the Olympics taking over, and therefore foreigners dont' plan a trip as people are convinced there are no rooms available.
The third is that they have built so many hotels that you could probably house every man on earth in this city - and his family. They are giganormous structures of over 2500 rooms. Yes - I guess you see the problem.

We are happy to receive a letter in the hotel room today telling us -in the name of smooth and safe games- that the Chinese authorities have communicated and trained their 100'000 plus volunteer staff in several things:
- cheerleading
- the 8 questions not to ask foreigners: don;t ask them what they do, their home adress, how much they earn, about their marriage, about politics and I laughed myself over the rest ;)
- eating in restaurants - dogs have been taken off the menu in Beijing restaurants ..and foreigners don't like Chinese greens as it makes them "airy" (I'm still struggling with this one, cause SURELY
they can't really mean THAT can they? :)
- finding your way in Beijing : the "volunteers" are at your disposal but keep in mind that they are not from Beijing so please put patience (Im copying off the note..) :)
- cab drivers have been trained to English. Cool - I still haven't managed to get to the Stadium without a fight in 5 days...and it has got to be the landmark of the week no?

My Chinese is improving by the day. I learned today that the "negative" words are always starting with Poo - (which sounded very appropriate to me) so Yes is Ser and No is PooSer. How logical is that?? Sui - or rather a whistling Shhrui is entrance and PooSui is no entrance. Simple no?
I propose to change the English language : Yes and PooYes - or the wonderful story of Winnie the No...hm there could be flaw in the plan..

Our Omega Pavillion is nearly ready and the Olympic park is actually mindblowing. It's beautiful in the night, and the architecture is fantastic. This afternoon we had security search (for smooth and safe games remember..?) with 56 dogs and military. But one dog was tired apparently, started barking and then all the others (I guess) thought he found something so they all started howling - so we were told they were "confused" and that they are coming back on Sunday. Not so
smooth yet.

The rehearsals for the Opening Ceremony are on the way nearly every night - and being the country of fireworks it's quite impressive - they are in shape of dragons, flowers, smilies and more...looks very promising!
...“

24.7.08

CANADA.03

Leído el final de la última entrada, es preceptiva la referencia al cuento borgiano en el que propone el llano e inacabable desierto como el peor laberinto. Hecho el honor al maestro, sigo con algunas ideas al hilo de la cuestión urbana:
Toronto es irreconocible en planta, sólo se explica en alzado. Lo cual les pasa más o menos a todas y decirlo sería redundante si o fuese porque éste es un caso paradigmático. La escala de los edificios configura la escala real de la ciudad, que en planta es plna, homogénea, irreconocible. La realidad construida es sin embargo de un relieve y una variedad notables. Determinadas avenidas levantan abruptamente sus edificios llegando a componer rascacielos dignos de ese nombre. Una manzana más allá, sin explicación urbanística plausible, la ciudad se desploma hasta dos, tres alturas. El urbanismo parece responder a la presión de la demanda comercial sin filtros intermedios, “auto-desreguládose“ libremente.
Se genera así una “orografía urbana“ sobre un suelo sensiblemene plano. Algo así como lo que dejé escrito sobre Buenos Aires y su “orografía de la riqueza“ (entrada “Primera mirada a Buenos Aires“ 15.08.07), pero sin un trasunto económico-social, sino económico-comercial. Porque aquí no refleja el binomio riquez-pobreza, sino más precisamente la diferencia entre los núcleos donde se produce la riqueza y las áreas en las que se disfruta.
El resultado es una ciudad enormemente variada, que no podemos prever en el plano de ninguna forma. Desde el downtown puro de enormes moles comerciales y financieras se expande en una variedad mareante de barrios peculiares por la intensidad en la ocupación de las manzanas, la aparición de una cantidad muy notable de verde, por su arquitectura y, fundamentalemente, por la naturaleza de la ciudad que construyen en cada lugar sus ocupantes, en función de clase, etnia, edad, ocupaciones... Una ciudad que permite el viaje interior a mundos diversos con resultados sorprendentemente diversos en un número increíblemente pequeño de paradas de tranvía.

23.7.08

CANADA.02

Primeras notas en Toronto.
Es maravilloso visitar una ciudad de la que no te intersa ver absolutamente nada. La sensación de relajo, de vacío mental, te prepara para disfrutar de cualquier cosa que encuentres. Puedes emplearte a fondo en tonterías sin la incómoda sensación de estar perdiendo el tiempo. Es el escenario propicio para alimentar el verdadero espíritu de las vacaciones, de la holganza sin propósito.
Toronto, además, tiene la virtud de presentarse a la primera mirada con perfiles sorprendentemente interesantes para el que nada espera: multiculturalidad, desprejuicio social, contrastes, un fuerte carácter de "ciudad americana" en su morfología urbana... quizá no todo sea pereza en esta visita. Aunque sin duda, la óptima posición del observador desocupado saca lustre a situaciones y ángulos que en otra ciudad con mayor calado pasarían desapercibidos.

Para comenzar la deriva urbana, (nunca mejor traído el sustantivo tópico del turista postmoderno) he decidido comenzar por Asia. La idea viene de un artículo de suplemento leído en el avión, lo que ha sido una decisión aleatoria tan válida en este momento como cualquier otra; en una ciudad sin referencias un dominical te vale igual que la Encyclopaedia Britannica. Decía que he comenzado por Asia, es lo bueno del “melting pot“ ordenado por distritos, que sabes que tranvía coger para según qué continente. Y en el China Town de Toronto te has metido en el puñetero continente asiático, con clara predominancia china, pero importante presencia de prácticamente todas las culturas del extremo oriente. Un PHO BO (mi teclado americano tiene bastante con reproducir la ñ y acentos españoles, la enfurecida acentuación vietnamita escapa totalmente a sus capacidades)... un PHO BO, decía, te hace saltar las lágrimas por la añoranza oriental y las indescriptibles guindillas indochinas. El antro, Saigon Palace, es perfecto: somos intrusos en un mundo de orientales taciturnos, principalmente dependientes de las tiendas vecinas y alguna pareja dominguera, porque aquí las tiendas abren los domingos, claro; podríamos estar en cualquier comedero de la ribera del Mekong, salvando la temperatura, con sus manojos de palillos, sus cuencos humeantes y la parafernalia sintética china acumulando polvo. Nada estorba en el espejismo oriental, además, si miras por la ventana, hay algo en el desarraigo y la impertinencia de la urbe americana que encontramos igualmente en la metrópoli asiática sin referencias, de la que Ho Chi Mihn City es un epítome. Después, con los labios aún adormecidos y el ánimo exaltado por el octanaje de la sopa, la inmersión, el paseo sin destino, disfrutando del tiempo en cada esquina y en cada bazar. Por cierto, una de las primeras impresiones es la de que en ninguna ciudad no hispanohablante he oído hablar tanto Español como aquí, aunque me faltan algunas como Miami que deben de ser lo máximo.
A cuento de todo esto me viene a la memoria otra lectura reciente, un artículo de Leopoldo Calvo-Sotelo (lo supongo hijo o sobrino del difunto) contiene un párrafo extremadamente lúcido que copio para aliviar al texto durante unas líneas de la torpeza de mi escritura:
... “Desde el punto de vista estético, existen dos maneras de satisfacer las demandas de un abigarrado público universal: el multiculturalismo y la neutralidad cultural. El multiculturalismo (que suele caracterizar la aproximación norteamericana al problema) se basa en yuxtaponer elementos procedentes de distintas culturas, sobrecargando el numerador de sumandos. Más elegante es la solución de la neutralidad cultural: se trata de buscar un denominador común a través de la estilización, que consiste en reducir la representación de los seres y de las cosas a sus rasgos más elementales, eliminando las aristas idiosincráticas.“
Si hacemos caso a lo anterior, Toronto cumple rigurosamente el paradigma norteamericano, abigarra extraordinariamente el picadillo multicultural, sin ahorrar ni uno solo de los elementos de los que le proporciona su despensa migratoria. No es fácil estar en una ciudad que presente el grado de complejidad de este collage, al menos en Europa, donde ciudades como Madrid, Londres o París son ya exponentes de la multiculturalidad, en especial Londres, más que por número por concepto, ya que sin intentar enmendar a Calvo-Sotelo, tengo la impresión de que esta forma de integración (o “anti-integración“) más que norteamericana es anglosajona.
Pues aquí estoy, al pairo en esta ciudad cuyas claves, muy de lejos, se me escapan tanto en lo geográfico, como en lo social, estético o de cualquier orden... Sólo me acoje la retícula como supremo argumento de orientación y que hace a una ciudad tan grande como ésta aparentemente asequible. Pero no nos engañemos, esa legibilidad de calles y avenidas, pulcramente recorridas por tranvías ordenados, esconden una forma perversa de laberinto, el laberinto del tamaño y de la falsa homogeneidad que alinea mundos absolutamente diversos y en el que la brújula es inútil.

21.7.08

CANADA.01

Alguien dijo de Suiza algo como que era el país cuyo máximo nivel de imaginación y diversión consistía en hacer relojes de cuco. Pues Canadá no hace relojes de cuco.
Si a alguien le encanta la naturaleza virgen ("salvaje" sería aquí un epíteto) de las regiones frías y boreales, Canadá es su país... bueno, y el sirope de arce. Si no es el caso, puede perfectamente prescindir de la adusta hospitalidad de Air Canada.
Pero esa falta de interés en las virtudes del país al que he llegado puede ser fuente de iluminaciones. Para empezar, uno se da cuenta de que puede pensar y aprender de todo y en todo lugar, no importa lo anodino que sea el objeto de la observación. Suelo suponer que cuanto más diferente sea un entorno a nuestro horizonte habitual, mayores oportunidades de contraste deparará y, en consecuencia, mayor aparataje ofrecerá a la reflexión. No voy a desmontar este prejuicio que algo de cierto tiene, aunque sea en lo cuantitativo. Pero lo cierto es que no hay estímulo que resulte insuficiente para la una neurona curiosa. Para continuar, cualquier juicio que surja de un conocimiento tan superficial y fresco como el mío no pasa de ser un apriorismo que se quiere justificar con el primer contraste. Pero con algo tenemos que comenzar a hacer funcionar el teclado.

Canadá empieza a provocar reflexiones con las cifras. El segundo país más grande del mundo en superficie, que llega desde la latitud de Madrid a sólo 700 km del Polo Norte y abarca cinco usos horarios, tiene sólo 33 millones de habitantes, que se reparten una cuarta parte del agua dulce del mundo (este dato vertiginoso merecerá una reflexión). Su superficie, de unos 10 millones de km2 (20 Españas), está dividida en 10 provincias, que hasta hace poco eran 6, y 3 territorios; alguna de ellas, como Quebec, triplican la superficie española, un tercio de cuya extensión (o sea, una España), que se conoce como región de Nunavuk, alberga 14 poblaciones y algo más de 30.000 habitantes, que protestan porque tienen que ir a su casa en avión, visto que hasta el momento ningún gobierno ha considerado razonable hacer y mantener una carretera en el ártico para ellos.
Este país, en el que todo es descomunal, provoca una sensación de insignificancia del ser humano y desvalimiento, al tiempo que, contradictoriamente, alimenta el asombro ante la capacidad de superación de los hombres. Los turistas que apenas nos asomamos a esta tierra, fatigamos para recorrer distancias minúsculas en la escala local, y eso gracias a los medios de transporte contemporáneos. Sus descubridores, conquistadores, colonos, la construyeron a lomos de caballo. Nunca me ha asombrado el hecho material de que en épocas pasadas, con medios infinitamente menores, se conquistasen estos territorios ni se concluyesen estas aventuras. Era cuestión de tiempo, de una escala distinta del tiempo y la vida que resultaba en un proyecto vital que se justificaba con la empresa. Empresa que además se hacía común para una civilización y hacía que varias generaciones se empeñasen en ella, lo que multiplicaba el tiempo y los medios. Este enfoque explica (y no otro) la expansión europea por América. No, la consecución de este logro ingente, digo, nunca me ha causado asombro. Me sobrecoge sin embargo pensar en la sensación, el escalofrío interior de cada uno de los hombres, en especial de los más lúcidos, que con aquellos medios y la más perfecta ignorancia sobre todo lo que se les abría delante, dejaban su mundo atrás y penetraban en una tierra ignota y con frecuencia hostil. Y después, esa misma sensación en aquellos que les sucedieron y que, teniendo ya información sobre la magnitud de la empresa, se empeñaban en perpetuarla, en cruzar el continente, en abrir y mantener caminos, en fundar ciudades aisladas en lugares imposibles a los que una simple carta podía tardar un año en llegar, en el poco probable caso de que llegase.
La conciencia de una situación equivalente, provocaría en la media de nosotros un pánico incontrolado, histerismo, quejas a la autoridad, reclamación de nuestro derecho al bienestar y a que alguien (nadie) haga nuestro trabajo duro. Es sencillamente incomprensible para nuestra mente media, como lo es la cuadratura del círculo, la presencia de ánimo necesaria para afrontar un reto de ese calibre con estoicismo, quizá con naturalidad. Y no es que falten en nuestra sociedad ánimos valerosos, individuos dispuestos a afrontar una muerte probable, un reto desconocido. Aventureros, militares, astronautas, deportistas de riesgo lo hacen en determinadas situaciones y mayor o menor medida. Pero hay, decididamente, algo más. Algo que tiene que ver con la sensación de desamparo, de que nada te vincula al mundo conocido, de que nadie vendrá en tu auxilio durante muchísimo tiempo o jamás. Y de que no hay vuelta atrás. Esa idea, representada arquetípicamente por Cortés en la quema de sus naves (una de las mayores performances poéticas de todos los tiempos, por mucho que los espíritus mezquinos busquen explicaciones funcionalistas al hecho) es la que de verdad provoca vértigo en nuestras almas contemporáneas sobreprotegidas, amparadas hasta el último estornudo. Ese viento frío en la cara, del que nunca nadie te protegerá, es el que para mí dibuja el temple de aquéllos espíritus, el que alimenta mi inconsolable asombro.