según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.

25.1.10

FUNDAMENTOS ARQUITECTÓNICOS PARA UN TURISMO SOSTENIBLE



Mi nuevo libro, del que adelanté el prólogo en un post anterior, ya está en la calle.
Quien quiera un ejemplar calentito no tiene mas que pedirlo.


















Ha sido un proceso lento, pero finalmente tenemos un escalón sobre el que auparnos para alcanzar el siguiente en nuestra investigación.
Espero comentarios. Ánimo, sólo son 400 páginas y con ilustraciones!



12.1.10

AVATAR

James Cameron dejará una herencia de impresionante producciones, de las que más de una habrá sido la más cara de la historia del cine, hasta el momento de su estreno (Titanic, Avatar, ¿quizá alguna más...?). Películas con recursos técnicos inimaginables al servicio del espectáculo visual, del movimiento y la acción, ideados y llevados a cabo magistralmente, como los que dejó firmados en los Terminator (la 2 es inolvidable) o en el propio Titanic. Podrá igualmente estudiarse su dominio del entretenimiento, de la tensión narrativa y los recursos que manejan la reacción previsible del espectador, siendo autor de seguramente la mejor y más divertida cinta protagonizada por Schwarzenegger (sí, las hay), True Lies. Por lo que lleva dirigido hasta ahora, sin embargo, no es probable que pase a la historia como filósofo ni como sutil analista del alma humana.

Admitido lo anterior, Avatar podrá considerarse uno de los máximos exponentes del cine de Cameron. No creo que haya hasta ahora un ejemplo semejante de integración de animática y filmación real, en cantidad y calidad. Su acción es trepidante y nos sitúa en una trama de la más ambiciosa ciencia-ficción en medio de planetas remotos, paisajes de una belleza imposible, alienígenas humanoides, tensiones, intereses, enfrentamientos, heroicidad, pasiones… Con una coreografía visual y un ritmo de acción que hace que vuelen los 150 minutos de su corte comercial para España.

Dicho lo cual, hace mucho tiempo que una película no me irritaba tanto. Si algo puede sacarme de mis casillas es que se mine una causa noble (o varias) utilizándola para justificar el propio lucimiento a base de descafeinarla, prostituirla, privarla de todos sus cimientos, su lógica, su coherencia. Y eso precisamente hace Cameron en Avatar. No sé decir si por hipocresía, simplismo pueril, ignorancia o todo ello junto.

El guión elabora un paradigma del bien absoluto que se sustenta en un refrito de teorías postmodernas o inmemoriales, entre las que se reconoce una revisión energética de Gaia, el panteísmo naturalista y el buen salvaje roussoniano, que deben de pretender justificar una especie de ultra-ecologismo de tintes religiosos... o no, nada de tintes, manifiestamente religioso, con diosa, altar, congregación, oraciones y todo lo demás. Ahora la diosa es la Naturaleza, y se le reza en un arbol, eso sí, todo es muy energético y saltan chispitas… pero vamos, que nadie se despiste por la parafernalia, animismo puro. Al bien, claro, se enfrenta el mal, no menos absoluto y simple, sumado por la ambición, violencia, odio y todas esas cualidades que perfilan al malo malísimo.

Hasta aquí todo discutible, infantil, poco serio… de acuerdo, pero no ha llegado lo peor. Lo realmente infumable es que al final la película es lo que es y Cameron vuelve por donde solía, para resolver el antagonismo al viejo estilo: Los buenísimos se dejan de tonterías y hasta a la propia Madre Tierra se le inflan las narices, para acabar con el problema en formación militar y a tiro limpio, violencia contra violencia, batallas de libro, contraataque y aniquilación del malo. ¡Coño con Gaia! Si al final donde saben acabar con los ataques contra el equilibrio ecológico va a ser en West Point.

Como resultado toda la parábola ecológica queda desactivada, la intención pacifista ninguneada, prostituída. El mensaje es de una perversidad pavorosa: no hay otro medio, no hay otra lógica, no hay otro equilibrio: si te atacan, ataca, ojo por ojo, la violencia es la solución.

No creo que pueda hacerse más daño que con este tipo de ideas, que sustentan la guerra desde el principio de los tiempos, revestidas de la piel del cordero buenrollista universal, justificada por una magia energética inexplicada y remota, y que no comunica un esquema de valores contrastables, con el que uno puede comprometerse y que sea aplicable en nuestra vida cotidiana.

Uno prefiere pensar que estos productores sólo son mentes simples e ignorantes, incapaces de construir un discurso sólido más allá de sus esquemas consabidos. La otra explicación da miedo. Si ésta es la capacidad de compromiso de Cameron, prefiero el mensaje de Terminator, que no pasa de un Dirty Harry ciborg, por lo menos no engaña a nadie y sabemos a qué atenernos. Pero si la conciencia ecológica y pacifista de nuestros adolescentes tiene que sustentarse en episodios como Avatar, apaga y vámonos… bueno, no hace falta que apagues, ya se encargarán ellos.