según algún diccionario: colección de inscripciones recuperadas en fragmentos de lápidas de época clásica.

23.4.11

BENARÉS


Inefable. No soy capaz. En estado de shock. Incomprensión. ¿Qué ha sucedido?. De lo que he leído, nada ha conseguido transmitirme los niveles de podredumbre, decrepitud, ruina y miseria que ostenta. No debe, por tanto, ser transmisible con la palabra. Y su experiencia no es recomendable. Aquí es donde los textos dicen “y sin embargo”…. No, no hay sin embargo, no hay proposición adversativa posible. La mierda es mierda y, además, es sobrecogedor, con momentos hermosos, fragmentos memorables.

Nada es como uno espera (nada es como yo esperaba). Lo que obliga a recomponer la estructura del mito, que es algo más complejo que fabricarlo nuevo, porque el nuevo intento de comprensión lucha siempre con la precedencia. Ese mito previo se construye sobre fragmentos recolectados (generalmente triunfan los tópicos más repetidos, sean verbales o gráficos) y ensoñaciones personales que le dan estructura.

La imagen que se exporta de Benarés está extremadamente descompensada por la escasa presencia de suciedad extrema. Integrarla en el proceso de reconstrucción es difícil, sin destruir todo lo demás.

Probablemente el nivel de degradación generalizada tenga muchos factores. La aculturación que respecto a sus raíces supone el mundo contemporáneo debe de ser uno, con seguridad. El desconocimiento de los parámetros en los que se construye ese nuevo mundo y lo que se espera de él. También la desestructuración del sistema de jatis[1], que deja a mucha gente sin función y a muchas funciones sin actor que las cumpla. Por otro lado, Benarés es una ciudad que ha reventado por las costuras. La avalancha de peregrinos y de turistas de diversa especie, así como probablemente de inmigración de aluvión, persiguiendo los supuestos réditos de ese turismo, la ha saturado y disfuncionalizado.

El resultado, insisto, es un grado inusitado de decrepitud, descuido y cualquier tipo de suciedad que el hombre pueda producir. La suma de estos tres factores es sobrecogedora, destructiva, paralizante. Por primera vez, no bromeo, al ver una rata por la calle he sentido una instintiva sensación de asco y pena por la pobre rata, que tenía que deambular por un sitio tan sucio.

Y dicho esto, la grandiosidad del espectáculo humano tiene lugar en Benarés. “Grandioso” aquí no es positivo, es dimensional. El vértigo mostrenco de cada sentimiento, sublime o mísero, de cada acción, de cada intención y sus opuestos simultáneos se verifican en esta ciudad. La muchas veces santa y milenaria acoge el teatro del mundo en toda su amplitud y matices. Esta densidad, que se sostiene sobre la compleja y vieja alma india e hindú, es un espectáculo casi tan impresionante como la mierda. Desde la más perfecta mística hasta el más abyecto tráfico infantil conviven aquí. Y casi todo se puede contemplar simultáneamente en uno de los mayores escenarios construidos por el hombre: los ghats que bajan hasta la Gran Madre Ganga. Quintaesencia de la ciudad, su razón de ser, mundo paradójicamente axial y periférico[2], la línea de más de cincuenta ghats urbanos es el ágora y el espacio multifuncional de la ciudad, fachada y trasera, plaza y mercado, el mayor de los templos y de los vertederos que imaginarse pueda. Con ironía blasfema ( si tal cosa existiese en el hinduismo) deberán nombrarse al Ganges, en cuanto diosa que es, patrona de la jati “dalit”, la de los basureros, pues es diosa y cloaca.

De todas las funciones pocas sobrecogen como la del crematorio ritual. Hay dos ghats dedicados a este fin (pero entre otros, nada aquí es unívoco). El más propicio y mayor para el trance final es el más céntrico, que se encuentra más al norte. El Ghat de Manikarnika es la antesala del infierno. Dantesco es aquí un adjetivo riguroso. La ciudad parece crecer en altura y se cierra formando un hemiciclo terrible para asistir al fuego y tiznarse con la ceniza de los muertos. Hogueras fúnebres (varias), vacas hurgando en montañas de basura, pilas de leña como edificios, barcazas, chiringuitos, humo, familias miserables o que lo parecen, templos decrépitos, turistas, curiosos, leprosos y pedigüeños de cualquier ralea, los sadhus más enloquecidos, más vacas, ríos de mierda, tiendas de exvotos y de cualquier complemento necesario para la cremación, que en India son muchos, vendedores de chai que ya no lo protegen de la ceniza,

perros sarnosos peleándose, barcas de curiosos acercándose con un aspirante a guía fingiendo respeto a voces desde la orilla, cortejos fúnebre bañando a un muerto, cuervos rebuscando, monos robando, sacerdotes miserables engañando a un turista, brahmanes descastados realizando pujas entre excrementos, mujeres aburridas tras las tapias de los altares, vaharadas de orín, chapiteles negros de humo, caras sin alma.

En Manikarnika, Ganga ha dejado de ser amable y maternal, es ya sólo un sumidero, santo pero sumidero. De espaldas al resto de la orilla (no es casual), encerrado en sí mismo, este ghat abre la faz terrible de la naturaleza que nos absorbe. Una promesa, cuyo supersticioso origen olvidaron, hace creer a los hindúes que este lugar, esta muerte, este fuego y no otro, los liberará del samsara, pero ¿a dónde conduce esta puerta? ¿de dónde nace esta superstición tan alejada de las Upanishads? ¿Que alimenta esta cara terrible de la tradición bhatkica menor?

Este foco negro pero sin duda trascendente queda vibrando en nuestra conciencia, ofreciendo quizá una oscura clave que permitirá empezar a construir la respuesta que explique la incomprensible y poliédrica naturaleza de Benarés.


[1] Las jatis son una de las dos formas de estructuración social (la otra, de mayor rango, son las varnas) que en occidente, de forma genérica y con grandes dosis de incomprensión, denominamos “castas”, utilizando este término portugués con el que empezó a emborronarse esta compleja realidad desde las primeras colonias comerciales. Las jatis podrían, con matices, asimilarse a los gremios de la Europa medieval, aunque tienen un componente espiritual y kármico importante.

[2] Cabría estudiar urbanísticamente si acaso un motivo no menor de la disfuncionalidad de Benarés podría radicar en que su polo cordial es lineal (el rio) y absolutamente periférico, ya que la ribera urbana es la frontera con el puro campo. La ciudad histórica y por homotecia la moderna, tiene forma de empanadilla y su borde interior es el Ganges, que solo una fortaleza medieval se atrevió a cruzar para instalarse, como cabeza de puente, en la otra ribera.

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